Hasta aquella época, el rol de los tatuajes dentro de la sociedad sufrió varios cambios importantes. Las marcas tatuadas en la piel aún se utilizaban como castigo, pero algunas modas pasajeras de tatuajes decorativos (como por ejemplo, diseños que sólo se completaban cuando las manos de dos enamorados se juntaban) aparecían y desaparecían. También algunas prostitutas y cortesanas tatuaban sus cuerpos para aumentar su atractivo hacia sus clientes.
Fue en la época Edo cuando el tatuaje decorativo japonés empezó a desarrollarse como la forma de arte que se conoce actualmente.
El impulso inicial al desarrollo de este arte vino con la aparición de unas pinturas hechas sobre planchas xilográficas (en madera) de la popular novela china Suikoden, cuento que mostraba en sus lujosas ilustraciones heroicas escenas de personajes de cuerpos decorados con dragones y otras bestias míticas, flores, tigres feroces e imágenes religiosas. La novela tuvo un efecto inmediato, y la demanda de ese tipo de tatuajes fue instantánea.
Los artistas xilógrafos empezaron a tatuar. Utilizaban muchas de las mismas herramientas que tenían para imprimir en las planchas de madera, incluyendo cinceles, gubias y lo más importante, una tinta única conocida como tinta Nara o Negro Nara, la famosa tinta que se transforma en ese azul verdoso bajo la piel.
Existe un debate sobre quienes llevaban ese tipo de tatuajes. Hay quien dice que era la gente de clase baja los que lucían estos diseños. Otros creen que eran algunos mercaderes que impedidos por ley a ostentar su riqueza, llevaban caros tatuajes bajo sus ropas.
Lo que está más claro es que el irezumi se asocia a los bomberos, exponentes de la valentía y el sex-appeal, y que llevaban estos tatuajes como forma de protección espiritual (y está claro que por su belleza). Aquí teneis la ilustración de uno de esos “bellos” bomberos.
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